El Románico en Soria es más que un estilo artístico; es Patrimonio sí, pero es un legado histórico que trasciende los tiempos del Medievo, su impronta ha pervivido y forma parte del paisaje, la cultura y la imagen de esta tierra. Las construcciones románicas que perviven en los pueblos sorianos y la conservación en muchos de ellos de la trama urbana y edificios con tradición e historia, confieren a estas localidades una imagen propia y singular de Pueblos medievales.
El Duero fue la «extremadura soriana», la frontera entre reinos. Aquí con el avance y conquista del territorio se organizó un sistema de ordenación y gobernanza de un territorio sin precedentes. Las Comunidades de Villa y Tierra y los Fueros favorecieron con privilegios, libertades y propiedades, el asentamiento de vecinos llegados de otros pagos “empadronados” en parroquias románicas y organizados en Concejos.
La condición de territorio-frontera entre reinos, culturas y religiones, auspició la comunicación cultural y la convivencia, propiciando el intercambio de técnicas constructivas y formas artísticas. Así se modeló un románico con personalidad e identidad en las tierras de Soria. Románico civil de castillos, torreones y atalayas; de aldeas y villas amuralladas; Románico “oficial” y Románico “popular”; Románico de piedra, de color y de luz, tallado y policromados.
Muchas son las expresiones del Románico que puedes encontrar en los pueblos de Soria y sus alrededores.
Muchos son los testimonios románicos que encontraremos en la geografía provincial sea cual sea nuestro destino. Algunas propuestas hacemos desde esta página para ayudar al viajero a disfrutar y comprender uno de los estilos artísticos más atractivos e interesante de nuestro Patrimonio Cultural.
Proponemos por tanto que paseéis el Románico del la ciudad de Soria, que fijéis vuestra atención en uno de los elementos arquitectónicos más peculiares y significativos que distinguen el Románico soriano, las galerías porticadas; que vadeéis el gran Duero en dirección norte hacia las Tierras Altas y las del Moncayo para sorprenderos con las ilustraciones de portadas, canecillos y los templos fortificados; y que no olvidéis contemplar la luz y el color plasmados al fresco y al temple con los que los pintores románicos, y otros después, iluminaron los muros de la arquitectura románica pintada.