
28 Oct Brujas, leyendas y fantasmas. Historias fantásticas de la provincia de Soria
Es conocido por todos. Soria es tierra de leyendas, de magia. La pluralidad de culturas que han ocupado nuestros territorios han derivado en tradiciones centenarias e historias, que hoy en día, a muchos todavía nos dejan con la boca abierta. Algunas son sucesos verificados, otros provienen de habladurías, y podemos disfrutar de leyendas con matices históricos, fantásticos o religiosos. Los poetas y escritores asentados en nuestra tierra, han terminado de componer muchas narraciones que hoy en día se encuentran ocultas, no siendo tan conocidas como las tan comentadas El Monte de las Ánimas de Gustavo Adolfo Bécquer, o La Tierra de Alvargonzalez , de A. Machado, la cual sigue inundando de magia y por qué no, un poco de miedo, nuestra Laguna Negra.
Infinitas serían las líneas que habría que cubrir para contar, por tanto, todo lo que hay manuscrito y dicho sobre nuestra provincia. Pero hoy, Día de Todos los Santos, dejamos un entrante para alimentar la curiosidad, de quien se atreva a averiguar más, sobre los enigmas de Soria y su provincia. ¿Te atreves?
Brujas, leyendas y fantasmas. Historias fantásticas de la provincia de Soria
1. Las Brujas de Barahona:
El pueblo de Barahona, situado al sur de la provincia de Soria fue considerado durante mucho tiempo un foco de brujería, apareciendo recogido por el Tribunal de la Inquisición en 1527-1530 como tal foco de brujería y aquelarres. Aún se guarda en estas tierras, una roca atravesada por un agujero, por la cual, dice la leyenda, las brujas introducían la cabeza para confesarse e invocar el mal. Todavía hoy se puede visitar. Se encuentra en medio de los campos de Barahona, donde se dice que las brujas acudían en las noches de aquelarres.
El estudioso Gumersindo García Berlanga dejó escrito en sus investigaciones: «Las presuntas brujas confiesan, a base de tormentos, las más burdas y extrañas leyendas que las gentes comentaban. Así, Quiteria de Morillas, una de las implicadas más destacada y desgraciada, declaró ante el Santo Tribunal que ella junto con otras compañeras de oficio, andaba por las noches en busca de niños que sacrificaban, así como que caminaban “algo altillas por el aire”… «En un prado del Campo de Barahona bailaban con los diablos, bajo la dirección del mayoral, y allí mismo tenía lugar la entrega de almas».
2. Las 66 campanadas de Sotillo del Rincón
El escritor J.J.Benítez situó aquí la historia de su novela «La rebelión de Lucifer»: El reloj de la torre del Ayuntamiento de Sotillo no funciona, pero inexplicablemente tañe 66 campanadas que solo son escuchadas por dos vecinos del pueblo: Gloria, que se encuentra acostada al lado de José Ignacio, su marido, y el alcalde. Ambos pensaron que alguien se había colado en las instalaciones y lo estaban haciendo sonar, estremecidos a la vez por el número de tañidos, 66…
«…Tal acontecimiento hubiera quedado en la mera curiosidad, si no fuera por los hechos que acontecieron tiempo después. El 4 junio (66 días después) fallecía José Ignacio, marido de Gloria, cuyos restos fueron enterrados dos días más tarde (6 del 6). Cifra que no deja de repetirse, puesto que al año siguiente, el 23/01 (cuyas cifras suman 6) fallecía el alcalde José María a las 6 de la tarde. Para sumar más misterio, hay que recordar que el reloj se averío a las 4:20, cuya suma es 6.»
3. Las Brujas del Madero
Las leyendas de la zona del Moncayo, —símbolo de gran magnetismo entre los pueblos celtíberos y romanos—, cuentan, que las brujas acompañaban a los pastores trashumantes, que descendían por la cañada real oriental con el ganado hasta Extremadura, desde el norte, sobre todo de Navarra, donde el esoterismo tenía una máxima expresión. Dicen que cada año, las brujas de la comarca de la Sierra del Moncayo y del Madero se reunían la noche de Todos los Santos para celebrar un aquelarre.
En los pueblos de la zona, quedan escritas varias menciones de hechos referentes a brujería y misticismo: En «Historia de Muro de Ágreda«, de José Fernández, se narran varios hechos relacionados con las brujas: «En 1907 el dueño de la venta asesinó a dos de sus criadas. Se dice que “había algo raro” y se rumoreaba que ambas mujeres, madre e hija, eran brujas».
Otras localidades cercanas como Matalabreras también han bebido de las historias de brujería. Entre otras leyendas se cuenta que una mujer en las noches cercanas a las Ánimas aparecía por allí siempre magullada.
4. El Fantasma de Masegoso. Por qué el pueblo quedó deshabitado
El historiador Manuel Ibo Alfaro escribió «El fantasma de Masegoso: trágica leyenda de una aldea soriana» que narra las extrañas circunstancias que llevaron a esta localidad a quedar deshabitada.
En época lejana, el pueblo de Masegoso era muy rico y floreciente. Pero toda la riqueza se hallaba concentrada en dos poderosas familias que se profesaban un odio irreconciliable. La una era la de Julián Alvarez, que tenía una gran fortuna en ganados, y la otra la de Andrés Orozco, que se dedicaba a la agricultura y cuyos graneros eran los mejores del país.
El motivo del odio se remontaba a veinte años antes; sus abuelos se disputaban la propiedad del torreón y habían tenido un ruidoso pleito. Al morir el padre de Andrés, llamó a éste a su lecho, de muerte, pidiéndole juramento de no reconciliarse nunca con su enemigo. Andrés juró, y el padre, agonizante, dijo: «Si lo incumples, desde el sepulcro vendré a castigar, al perjuro».

Torreón de la discordia en Masegoso
Andrés tenía una hija de diecisiete años, de extraordinaria hermosura. Adela, que así se llamaba, no iba, como las otras mozas, a las faenas del campo, y se pasaba la vida en casa sin más compañero de juego que un hermoso mastín. Julián sólo tenía un hijo, Manuel, mozo arrogante y generoso. Estos muchachos, educados desde la infancia en un ambiente de odio, no se habían mirado nunca. Pero la vida hizo que en una tormenta se refugiaran bajo la misma carrasca, quedando prendados el uno del otro.
Gracias al parroco del pueblo, los padres se reconciliaron y dieron permiso a la boda… Pero un hecho hizo que estos planes se detuvieran: A la aldea llegó Lázaro, un sargento, y nieto de la vieja bruja del pueblo, Avedícula. Éste, quedó prendado de la belleza inusual de Adela; y junto a su abuela planeó hacerse pasar todas las noches hasta la boda, por el fantasma del abuelo de Manuel, para conseguir cancelar el enlace.
Todas las noches, Lázaro disfrazado de fantasma asustaba a los vecinos de Masegoso desde el torreón con golpes, arrastre de cadenas y gemidos. Pero una de esas noches fue descubierto por Manuel, quien fue herido de muerte de manos del sargento. Este acto, le hizo ganarse el desprecio de todo el pueblo, ya que había matado al joven más apuesto del pueblo. Lázaro fue detenido, pero al pasar por la fuente del pueblo, pidió permiso para beber, y mientras, echó en el agua unos sapos negros, venenosos, que le proporcionara su abuela.
A media mañana varios vecinos se sintieron enfermos y repentinamente murieron; la alarma cundió por todo el pueblo; y por la noche no había casa donde no velaran un cadáver, y en las calles y plazuelas sólo se oían angustias de muerte. Cuando los vecinos de las aldeas aledañas acudieron a enterarse, encontraron Masegoso sembrado de cadáveres, y en el monte los pastores muertos junto a sus rebaños, y bajo una carrasca, una niña blanca que parecía dormida.
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